Jared Leto: El mesías maniaco

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Autor: Cooperativa.cl

Thirty Seconds To Mars, la banda del ganador del Oscar, actuó en la noche del martes en Santiago y el sábado en Argentina.

Trajo su efectivo modelo de negocios, que transforma a su fanaticada en un lucrativo culto.

Jared Leto: El mesías maniaco
 Movistar Arena

Jared Leto en túnica y con una corona dorada al inicio de su show en Chile.

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Son pasadas las nueve y media de la noche del sábado 11 de octubre y Jared Leto aparece corriendo en el escenario del Luna Park junto a su banda, vistiendo una túnica morada, una corona dorada en la cabeza, lentes oscuros y una bandera blanca en la mano con uno de los símbolos "Echelon", como se hace llamar su amplia e intensa fanaticada.

En el show de Chile, en tanto, la escena se repite casi calcada, aunque esta vez Leto ostenta una túnica blanca más la corona dorada, que lo hace aún más parecido al icono cristiano.

El espíritu mesiánico del ganador del Oscar al Mejor Actor de Reparto, que ha transformado al fansclub de Thirty Seconds to Mars en una suerte de legión religiosa adolescente, es llevado al paroxismo en esta parodia de Jesucristo, que nació de las constantes y graciosas comparaciones en redes sociales de su look actual (pelo rubio largo y barba) con la sacra imagen católica. Cinco mil personas hacen que el recinto bonaerense se remezca ante el coro "¡Jesús!, ¡Jesús!, ¡Jesús!", que Leto recibe con orgullo y satisfacción antes de dar inicio al recital, para brindar más tarde a su audiencia una bendición con su mano derecha.

Lo que puede ser tomado como un mero recurso escénico o casi una broma de un actor devenido en rockstar – o viceversa -, no es, sin embargo, tan gratuito o meramente lúdico como parece. Jared Leto es o quiere ser un mesías para sus fans, lo consigue y lo disfruta.

Y esa calidad no sólo alimenta su ego artístico. También su bolsillo, constituyendo un efectivo modelo de negocio que lleva por el mundo con un éxito sorprendente para quienes no le conocen dicha faceta. 

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Jared Leto al inicio del show en Luna Park (Foto: María José Carreño)

"Yes, this is a cult"

Uno de los muchos lemas y símbolos de 30STM y su armada "Echelon" es la frase "Si, esto es un culto", impresa en un modelo de camiseta oficial que se vende como merchandising de la banda. Y la oración no puede graficar mejor la relación entre el grupo y sus fanáticos alrededor del mundo.

En Argentina el grupo genera una histeria digna de nombres del pop adolescente como One Direction o Justin Bieber, pese a que Leto tiene bien cumplidos los 42 años. Su concierto en Luna Park se agotó a los pocos días de puestas a la venta las entradas, lo que los motivó a realizar un show íntimo al día siguiente en un recinto más pequeño.

En Chile, aunque su música no es favorita de ninguna radioemisora, el grupo vende boletos sin una promoción demasiado ostentosa y tiene una multitud de seguidores a lo largo de todo el país. Escolares y jóvenes menores de 20 años no sólo hicieron vibrar los recintos en ambos shows, con muestras de delirio y adoración por el rockstar glamoroso con aspiraciones de deidad, sino que además estuvieron dispuestos a pagar grandes cantidades por estar cerca de su ídolo aunque fuera por escasos segundos o minutos.

Es que la religión Echelon no tiene límites cuando se trata de sus estrellas. Y Jared Leto, su hermano Shannon (batería) y el guitarrista Tomo Miličević lo saben perfectamente y exprimen bien los beneficios de ello. 

Un excelente modelo de negocio

Si hay algo claro que reconocer a Thirty Seconds to Mars y en especial a su cerebro y administrador, Jared Leto, es la capacidad de transformar a su banda en un negocio lucrativo, pese a no tener ya un sello discográfico encargado de la promoción mundial de sus discos. 

Su productora Adventures in Wonderland se encarga de vender no sólo tickets para los shows suyos y de otros artistas como Nick Jonas o Demi Lovato, sino también numerosas actividades especiales relacionadas con el grupo, a esos fans que necesitan ansiosamente más que la mera asistencia a un concierto. Algunos ejemplos de esa oferta VIP.

-"Ultimate VIP Dressing Room Package": incluye la interpretación de un tema acústico por parte de la banda en su camarín para la fan que lo pague, una selfie con ellos, un meet and greet con el grupo, una foto individual con los integrantes, ascenso garantizado al escenario durante la última canción del show, entrada temprana al recinto, poster exclusivo firmado por el grupo, una bolsa con una camiseta y otros artículos de merchandising. Todo por la módica suma de 2.000 dólares o casi 1.200.000 pesos chilenos.

- "Closer To The Edge Upgrade Package": contiene ver el show desde el costado del escenario, un meet and greet con el grupo, foto individual con los músicos, poster firmado y bolsa con merchandising. 650 dólares o 382 mil pesos chilenos.

- Up In The Air On Stage Upgrade Package: comprende acceso garantizado al escenario junto a la banda durante la interpretación del último tema del show. Ver el concierto desde el costado del escenario. Un meet and greet con el grupo, la foto individual con los integrantes, entrada temprana al recinto, poster exclusivo firmado por el grupo, una bolsa con una camiseta y otros artículos oficiales. ¿El precio? 850 dólares o 500.000 pesos chilenos.

A esto se suma la venta de merchandising durante los conciertos que el mismo Leto ofrece firmar junto a sus compañeros al final del show, lo cual habitualmente agota toda la mercadería disponible. La promesa se cumple en una suerte de fila india, donde nadie puede hablar a los músicos, ni mucho menos sacarles fotos... sólo poner rápidamente el objeto comprado para que ellos estampen su inicial encima.

Las actividades VIP anexas a los shows no tienen nada que ver con la productora que agenda el concierto en el país por donde pasa el tour, y su organización y ganancias constituyen patrimonio exclusivo del grupo. Bien claras están las reglas, además, para cada una de estas instancias: nada de hablarles fuera de protocolo, ni de tocarlos si no es para posar para la foto pactada, ni entregarles regalos, ni mucho menos abrazarlos. Lo que pagaste es lo que obtienes.

Aquellos fans del rock & roll acostumbrados a luchar por un autógrafo o una foto, consiguiéndolos como gran trofeo luego de largas esperas afuera de hoteles o en aeropuertos, deben contar ahora con el dinero necesario o, si no lo tienen, simplemente rezar por encontrarse con Thirty Seconds to Mars en la calle y esperar a que estén con el suficiente buen humor para que accedan hacerlo todo gratis.

Los esforzados seguidores que llegan días antes a los recintos para lograr un buen lugar antes del show, deben aceptar que no conseguirán un puesto junto a la reja por más temprano que arriben, si no tienen el dinero para pagar un pack que les asegure el ingreso temprano al recinto. Luego de eso, sólo les quedará empujar a los afortunados que si cuentan con una tarjeta de crédito.

Pero la maquinaria lucrativa de Thirty Seconds to Mars no acaba ahí. VyRT es un sitio de streaming donde la banda ofrece acceso a registros de conciertos antiguos o presentaciones acústicas en vivo (o a veces incluso ser parte de momentos íntimos de Jared y Shannon Leto o Tomo Miličević, como verlos cocinando o bromeando entre ellos en sus casas). Los paquetes cuestan entre 10 y 50 dólares, o sea entre seis mil y treinta mil pesos chilenos.

A diferencia de la mayor parte de las bandas de rock (excepto Paul McCartney y otros pocos que también aprovechan bien el negocio del fanatismo), 30STM no regala nada. Todo está a la venta. Y la mayoría de sus fans, pese a ser muchos menores de edad, están dispuestos a dar la vida por pagar por un segundo de cercanía con esos ídolos.

Críticas "Echelon"

Si bien es cierto la adoración ha sido siempre reticente a cualquier tipo de mirada crítica sobre el objeto de amor, y son muchas las chicas que están dispuestas a pagar precios exhorbitantes por un contacto de minutos con 30STM, no toda la familia "Echelon" comulga con esta política comercial del grupo. Durante los últimos años, algunos fanáticos han acusado de "avaricia" a la banda y en especial a Jared Leto, criticándolo por sacar excesivo partido económico de la fidelidad de sus seguidores.

Algunos jóvenes incluso se organizaron para enviar una carta abierta al grupo (titulada "Queremos a Mars de vuelta") , donde pese a recalcar su adoración hacia el trío, los criticaron por lo corto de los setlists en sus conciertos, por el no cumplimiento adecuado de ciertas ofertas de Adventures in Wonderland y calificaron a VyRT como un mero método para hacer dinero fácil.

Jared Leto no ha demorado en responder: tanto en entrevistas como en los foros de  su documental "Artifact" o incluso en contacto directo con sus fans a través de chats ha recalcado que esto no se trata de avaricia, sino de un modelo justo para el artista, cualquiera sea su nombre o alcance comercial, que solía ser abusado por la antigua industria discográfica y hoy tiene derecho a recibir lo que es justo por su trabajo. Como tampoco está de acuerdo con la piratería digital, la idea es que si roban su disco en Internet, al menos sacará ganancias de éste en los conciertos, ofreciendo una firma rápida sobre la carátula a quien lo compre en el lugar.

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Jared Leto en Luna Park. (Foto: María José Carreño)

Amor fan, indiferencia crítica

Al conocer al Jared Leto rockstar resulta difícil recordar que se trata del mismo artista talentoso que interpretó a la delicada y corajuda transexual contagiada de SIDA "Rayon" en "Dallas Buyers Club" (rol que finalmente le valió un - mucho tiempo antes - merecido Oscar). Esa estrella que corre por el escenario con el largo cabello rubio al viento no remite en nada al adolescente "jonki" destruido por la adicción a la heroína de la memorable "Requiem for a Dream". Ni al rubio soldado de "Tyler Durden" que termina con su rostro masacrado en "Fight Club". Ni al enamorado homosexual de "Alexander", en la cinta homónima del megalómano Oliver Stone.

"Soy mucho más músico que actor", insiste Leto, intentando convencer al mundo de que el rock es su verdadera pasión y de que el cine no es más que un hobbie. Pero no son tantos los que están de acuerdo. Particularmente, la prensa especializada en cine y música no parecen comulgar con su manifiesto.

Según la crítica - que suele acusar su estilo y discos de "pomposos", "rock mal hecho", "pretenciosos", "mediocres" o "genéricos" –, Jared Leto, así como sabe escoger con criterio muy inteligente los roles que interpreta para la pantalla grande, no tiene la misma visión y talento desafiante en su carrera musical. Para muchos que no están interesados en sus melodías épicas ni en sus letras inspiracionales, o que piden más que carisma sobre el escenario y una voz afinada, Jared Leto termina siendo como rockstar... un gran actor.

Incluso como director, Leto impresiona más a la prensa y los analistas. Bajo el pseudónimo "Bartholomew Cubbins", el actor y músico realiza la mayor parte de los videos del grupo, los cuales tienen un punto de vista artístico habitualmente interesante. El clip que hizo para "Hurricane" en 2009 es un verdadero corto de 14.31 minutos, con una historia onírica y sadomasoquista que debió contar con dos versiones, la original y una censurada para televisión debido a sus imágenes sexuales explícitas.

Su documental "Artifact", en tanto, sobre la millonaria demanda que le puso a 30STM el sello EMI tras el disco "A beautiful lie", cuando intentaron firmar por otra etiqueta con miras a la publicación de su tercer disco - "This is War" (2008)-, es una gran denuncia sobre el modus operandi de una industria discográfica decadente, esa que aún lucha con pies y manos para defenderse de lo inevitable: su muerte o transformación en la era digital, donde conseguir la música en Internet sin pagar o por un bajo precio es casi tan fácil como hacer un disco y ponerlo a disposición del público de forma directa, sin grandes maquinarias ni burocracia de por medio.

Pero pese a que la crítica musical difícilmente abrirá la puerta a una nueva mirada sobre futuros trabajos de 30STM, algo fuerte ha de tener su propuesta para convencer a miles alrededor del mundo de pagar por sus onerosas ofertas y agotar los boletos de sus tours.

Smells like teen spirit

Unas 12 mil personas asistieron en total a los conciertos del grupo en Chile y Argentina. Y al terminar cada uno de esos shows, el público estuvo lejos de retirarse decepcionado.

El derroche de energía de Jared, Tomo y Shannon sobre escena, aún en recintos acondicionados para cinco o siete mil personas, es digno de festivales europeos o norteamericanos multitudinarios. Local pequeño o grande, no importa a ese huracán seductor y espontáneo en que se empeña en ser el vocalista, que no sólo entrega toda su intensidad en la interpretación de cada tema, sino que además interactúa cálidamente con los fans, recorre la pasarela que lo interna en la multitud e incluso (en Chile), aparece de improviso en la parte posterior de la cancha para estar más cerca de su gente y tocar un set acústico.

Todas esos temas de aspiraciones épicas y letras que hablan de esperanza, autoafirmación y lucha contra la adversidad contienen una energía que contagia, y que hace comprender perfectamente por qué hay tanta alma soñadora alrededor del mundo dispuesta a convertir a Leto en un profeta o "mesías maniaco" (tal como reza su canción "End of all days"). El uso que hace de su atractivo físico, además, es acorde a la proporción de 80 a 20 entre mujeres y hombres que constituyen el público púber y veinteañero de sus conciertos.

Los shows de Thirty Seconds to Mars son como una explosión constante y caótica liderada por un profeta alucinado entre miles de almas ansiosas de un par de horas de locura y pagana religiosidad musical.

Todo ese derroche innegable de esfuerzo por contentar a su audiencia puede justificar perfectamente la admiración devota que genera. Ahí y no en otro factor reside la razón de este culto, que más allá de críticos reticentes o acusaciones de ambición desmedida, sin duda seguirá adelante ajeno a visiones profundas o intelectuales sobre lo que no se puede racionalizar: el amor fan, siempre dispuesto a pagar lo que le pidan o aceptar todo en razón de un momentáneo despegar del suelo. 

Y mientras Leto cumpla con lo que vende, su exitoso modelo de negocios no tiene cómo fallar. 

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