¿Por qué optar por la Economía del Bien Común?

El Día de la Tierra se conmemoró y la situación del planeta dista de ser la ideal y nuestro país también tiene una gran deuda al respecto. Es que si no cuidamos y resguardamos nuestros recursos naturales hoy, no habrá sustento para las futuras generaciones y tenemos una obligación moral y ética de respeto hacia ellas, que son o serán nuestros hijos y nuestros nietos. Si no tomamos conciencia ya, no habrá vuelta atrás.

Desde hace algún tiempo, escuchamos de manera persistente, la necesidad de lograr un mayor crecimiento económico como país y se presentan cifras posibles, ideales para el año y los años siguientes, pero no sabemos o se discute muy poco acerca del contenido, es decir, como estaría construida esa cifra. Sólo hablamos de un número, pero detrás de esa cifra ¿Qué hay? ¿Cómo se asegura que ese crecimiento sea sostenible y genere equidad?     

Considerando el objetivo de fortalecer el crecimiento económico, creo que es fundamental que este propósito incorpore, como contenido explícito, criterios de Desarrollo Sostenible y priorizarlos, en coherencia con los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) y aprovechar el aporte de las economías sociales o nuevas economías, tales como la Economía del bien común (EBC), Comercio Justo, Empresas B, Economía Colaborativa, la Banca Ética y otras expresiones, como buenas respuestas a estos desafíos.

Por tanto, se convierte en un imperativo potenciarlas, a través de políticas que fomenten proyectos y empresas que colocan los criterios de sostenibilidad en primer lugar.

Crecer es necesario sin lugar a dudas, pero no de cualquier forma. El crecimiento podría llegar a ser una buena cifra, pero no indica como ese valor impacta en el desarrollo. Por eso, es importante avanzar hacia la medición de un Producto del Bien Común, que relacione el índice de crecimiento con aporte al bien común y sostenibilidad.

Tal y cómo lo expresa una reciente encuesta de la “Generación del Milenio”, elaborada por Deloitte, el 75% de los Millennials piensa que las organizaciones están demasiado enfocadas en sus agendas y restan importancia a contribuir mejor a la sociedad y al cuidado del planeta. Esta constatación es muy importante, puesto que las empresas deben comprender que su primera función es contribuir al Bien Común, conjugando la productividad con este objetivo básico.

Según Naciones Unidas, en su reporte de desarrollo sostenible indica que aproximadamente la mitad de la población mundial todavía vive con el equivalente a unos 2 dólares de los Estados Unidos diarios, y en muchos lugares el hecho de tener un empleo no garantiza la capacidad para escapar de la pobreza.

Debemos reflexionar sobre este progreso lento y desigual, y revisar nuestras políticas económicas y sociales destinadas a erradicar la pobreza, con el adecuado cuidado del planeta.

En ese sentido, la Economía del Bien Común, concepto muy bien comprendido en otras naciones europeas y que en Chile asoma su nariz, es una realidad cuyos fundamentos ya están integrándose y discutiéndose con fervor, porque ciudadanos, empresas, gobierno y todos los sectores comprenden que para que podamos vivir en equilibrio en esta planeta, es urgente que nos preocupemos de todo aquello que nos atañe, tanto internamente en la organización, como hacia el exterior, con todos nuestros grupos de contacto o stakeholders.

Desde el punto de vista de logros alcanzados por esta corriente de la economía está el balance del bien común, instrumento que otorga la posibilidad de medir en las organizaciones cuán relevante es en su interior y hacia la comunidad. Esta herramienta ya es aplicada por muchas compañías nacionales, que dan cuenta cómo contribuyen a mejorar el planeta y cuánto les falta por hacer.

El crecimiento económico es bienvenido, pero con el marco de referencia que nos entrega el aporte real y medible al bien común de cada iniciativa para promover políticas públicas posteriores al respecto. Es el desafío para nuestros gobiernos.

Es sólo de esta manera que lograremos alcanzar una sociedad más digna, equitativa, inclusiva y, por cierto, sostenible en el más amplio sentido de la palabra.

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