Como seguir caminando

Los resultados de la  elección presidencial y parlamentaria, bajo un nuevo sistema electoral debieran provocar un profundo análisis de todos los sectores políticos.

Ellos han dejado de manifiesto la apatía de la mayoría del electorado respecto a las propuestas y acciones de casi todos los partidos políticos. La alta abstención es indudablemente el primer gran desafío que hoy tienen al no lograr entusiasmar a la gente en identificarse con sus acciones y propuestas. Ese es uno de los temas que hoy debiera preocupar a todos.

A eso corresponde agregar el mal resultado de varios de ellos.

Entre estos  fracasos, la Democracia Cristiana es el partido que recibió uno de los mayores castigos.Esto debiera producir una profunda, seria y calmada reflexión y análisis en dicho partido sobre los motivos que han provocado tan negativo resultado.

Son momentos en que lo que debe primar es analizar en forma objetiva la realidad  y por sobre todo el accionar de la DC que la ha llevado a tener una baja tan brutal respecto al apoyo que históricamente había logrado en la ciudadanía.

Este proceso requiere, eso sí, de una actitud y disposición de grandeza, objetividad, rigurosidad en el análisis, real comprensión de la realidad, sentido de camaradería y por sobre todo respeto por la historia y trayectoria de ese partido en el quehacer político chileno.

La gran interrogante es si esta generación de dirigentes estará a la altura de vivir dicho proceso de diálogo en ese ambiente y con ese propósito.

Soy de los optimistas y confío en que los errores cometidos en el fondo y en la forma  serán un episodio que servirá para que actuando de la manera que he descrito sepan  sobreponerse al desastre vivido y reaccionen en forma generosa pensando en el bien común y en la subsistencia del pensamiento social-cristiano que tanto aporte ha hecho al crecimiento y progreso  del país. 

La actual generación de todos los dirigentes del PDC debe entender que la tarea de mantener la vigencia de esa opción requiere en forma inmediata de una actitud diferente y por sobre todo asumir la responsabilidad que tienen con el futuro del país y con la historia de un partido cuyas generaciones anteriores confiaron en que podrían pasar las banderas de esa opción a una nueva generación que debe saber mantener en el tiempo y en la conciencia de los chilenos la vigencia de ese pensamiento político.

“Nadie es más grande que el partido”, es una gran afirmación de Radomiro Tomic y que debe ser la que guíe nuestro accionar político personal y colectivo.

La tarea de esta generación y de los dirigentes que asuman la responsabilidad de orientar los caminos de ese partido debe estar centrada en tener la capacidad de saber distinguir en forma real las inquietudes de los chilenos, la necesaria renovación de ese partido para lograr avanzar en el reencuentro con ellos, la tarea de lograr instalar nuevamente la presencia real y efectiva del aporte de ideas y orgánica del PDC en todos los sectores del país.

Pensar en volver a hacer de ese partido una organización verdaderamente enraizada y presente en la realidad de Chile y en las inquietudes de su gente.

Tener la capacidad de construir realmente una alternativa que con coraje y personalidad pueda avanzar en posesionar sus postulados en la construcción de proyectos que permitan consolidar el desarrollo del país. Siempre buscando sumar el máximo de voluntades en aquellos temas que en forma conjunta debemos saber construir con otros sectores que han sido parte importante del proceso de la consolidación de la democracia en Chile. La DC no es un partido instrumental que jugando el papel de bisagra se acomode a los vaivenes del quehacer político.

Somos mucho más que eso.

Las tareas del momento son por lo tanto el sincerarnos entre los que formamos parte de esta hermosa familia política, como primer paso. Posteriormente avanzar  en la tarea común de reconstruir una orgánica que hoy está muy debilitada. También es fundamental tener la capacidad de avanzar en mantener los equilibrios reales en la política chilena y junto a otros sectores recuperar lo bueno de la historia y reconstruir aquello que hizo que junto a nuestros aliados le diéramos gobernabilidad al país y por sobre todo una alternativa de progreso y desarrollo a la sociedad chilena.

Hoy no es el momento de realizar una purga interna para satisfacer las ansias de algunos de buscar culpables por lo ocurrido. Tampoco es el momento de asumir una actitud autocomplaciente con la realidad que se vive. Mucho menos conformarse con el desastre electoral que tuvimos e interpretarlo como el error de algunos.

Todos tenemos responsabilidad. Desde los que en forma mesiánica pensaron que el Chile de hoy iba a compartir tesis, estilos, acciones y propuestas de una organización política que no supo transmitir con credibilidad las ideas que se construyeron, hasta aquellos que se restaron del trabajo real y no asumieron el desafío en forma conjunta y comunitaria y solo pensaron en el beneficio personal o sectorial. 

También quienes con fuerza y legítimo derecho defendieron determinadas tesis internas pero no estuvieron disponibles para realizar el esfuerzo personal de defender dichas tesis y caminos en una candidatura concreta, de cara a la gente.

Todos somos culpables de lo ocurrido. Yo el primero.

La actual  generación de dirigentes tiene la responsabilidad de saber cuidar, mantener y proyectar el legado político y la historia de la Democracia Cristiana.

No sirve de nada citar en los discursos los testimonios y ejemplos de nuestros líderes históricos y fundadores si no tenemos el coraje de hacer la política como ellos nos enseñaron.

Ese coraje que nos exigía mirarnos entre nosotros con cariño, con franqueza, con la verdad, con fraternidad, con la convicción de ser parte una organización humana inspirada en grandes valores del cristianismo que busca la felicidad del ser humano, con la alegría de estar en  una organización humana en que su único motivo y justificación de su existencia es la búsqueda de la construcción de una sociedad “justa y buena” como nos indicó el  Presidente Patricio Aylwin.

Ese debe ser el espíritu y el objetivo que debemos tener para no traicionar a los chilenos ni a nuestros padres fundadores.

Ojala que esta generación de dirigentes este a la altura de ese desafío y por sobre todo de saber recuperar el espíritu demócrata cristiano.

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