El precario legado de los estándares

Entre tantas noticias del ámbito político y económico propias de esta época eleccionaria, ha pasado un poco desapercibida, la elaboración de estándares de formación para los profesores que se están realizando en diversas universidades, en un proceso mandatado por el C.P.E.I.P.

Como parte de los acuerdos que estipula la Ley N° 20.903 que crea el Sistema de Desarrollo Profesional Docente, se están elaborando nuevos estándares para la formación de todos los docentes del país, desde educación Parvularia hasta educación media, incluyendo educación diferencial.

Estos estándares que deberán implementarse desde el año 2019, se están definiendo ahora en una primera fase que, dada su importancia ya que van a afectar toda la formación de los profesores de los próximos años, nos parece no ha tenido suficiente discusión y difusión en relación del enfoque a asumir y de los consensos a considerar.

Una definición de estándares de formación de docentes, no es una construcción meramente instrumental, debe hacerse a partir de un análisis contextualizado sobre los desafíos que el país demanda al respecto, a la par de la definición de un marco teórico sobre la formación docente y del tipo de educación que desea implementarse mediante la labor de los profesores.

Si bien es cierto que ciertos instrumentos elaborados desde el ministerio de Educación ayudan para ello, en especial las Bases Curriculares de los diferentes niveles, en el caso de la Educación Parvularia  es un apoyo con el que aún no se cuenta.

Ello, porque este instrumento curricular está aún  en revisión por parte del Consejo Nacional de Educación, y según se ha dicho en fuentes de la Subsecretaria del nivel, no estarán  listas hasta el mes de diciembre posiblemente.

Pero más allá de lo propio de este nivel educativo, preocupa en general,  los paradigmas sobre los cuales se están construyendo estos estándares y la posición que asumen sobre cómo debe ser la formación  docente,  frente a lo cual hay diversos enfoques.

Se pueden trabajar desde una visión tecnocrática muy pragmática e instrumental del tema, o desde un paradigma de la complejidad con propuestas contextualizadas, por tanto más abiertas,  que enfocan al educador como un real profesional de su sector con toda la ética, responsabilidad y autonomía que ello supone. Esta última posición es,  la que se ha asumido en países como Finlandia, donde se parte de una muy buena formación docente, en la cual,  la confianza  y el respeto al profesor, son  un factor esencial.

Esta discusión,  pensamos que no se ha realizado suficientemente en el país, y el hecho que diversas universidades que tienen sesgos diferentes estén elaborando estos estándares sin existir estos acuerdos básicos, es preocupante. 

A ello, se suma, que  los estándares vigentes, no han sido aun suficientemente evaluados en estudios e investigaciones, para recoger sus fortalezas y limitaciones, y,  a partir de ello, recoger los aprendizajes que se desprenden,  para la elaboración de las nuevas propuestas.

Esperamos que se dispongan los tiempos y recursos suficientes para tan importante labor que no se puede hacer en pocos meses, y exista la apertura y transparencia para recoger efectivamente el pensar, saber y hacer de los sectores involucrados sobre este tema.

La formación de docentes en Chile es muy importante para la formación futura de las nuevas generaciones de chilenos, y para la acreditación de las respectivas carreras.

Por ello, es fundamental que las organizaciones gremiales y académicas  de docentes además de las escuelas formadoras tengan amplia y real participación en ello, y no sea éste un proceso de validar lo que otros ya decidieron sobre los docentes. Ello ha ocurrido ya demasiadas veces en Chile.

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