Cyndi Lauper se mostró ruda, cercana y vital en su paso por Chile

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Autor: Cooperativa.cl

La artista se presentó en Santiago ante un colmado Teatro Caupolicán.

El público coreó sus nuevos temas y antiguos éxitos como "I drove all the night".

Más de 3.500 personas fueron las que se dieron cita la noche del martes en el Teatro Caupolicán, recinto en el que Cyndi Lauper demostró que a sus 55 años aún tiene mucho que decir en el mundo de la música pop.

En una hora y 30 minutos de show a gran nivel, ella fue mostrando diferentes aspectos de su personalidad y talento, que no hicieron más que solidificar la devoción de sus fans chilenos, entre los que se contaba público de todas las edades.

A las 21:18 horas aparecieron en escena una mujer corista, su baterista, el bajista, el hombre tras el órgano y el guitarrista, para luego dar paso a la artista.

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La artista en escena. (Foto: Yanina Sepúlveda)

Ella se presentó ataviada con una chaqueta, un ajustado pantalón, y tacones, y premunida de un martillo y una especie de cuadro de madera, al que le propinó varios golpes antes de comenzar a entonar el primer tema de la jornada.

Durante el mismo tomó sus tacones y se los sacó sin mayor demora, en un acto que fue largamente ovacionado tanto por la platea, como el público que ya había abandonado sus sillas en el sector de cancha y trataba de estar lo más cerca posible de su ídola.

Sin una reja de contención o un cerco de guardias que la protegiera, ella se acercó al borde mismo del escenario y fue estrechando gran cantidad de manos que se le cruzaban en el camino, siempre cantando o entregando mensajes, ya sea en inglés o en un básico castellano.

No contenta con ello, bajó algunos escalones de una escalinata que unía el escenario con el sector de cancha, ante la mirada atónita de algunos seguidores y los disparos de los flashs desde todos los sectores del teatro.

También cantó arrodillada, instante en el que recibió más de algún abrazo y el tumulto no se hizo esperar. Pero ella misma se encargó de poner los puntos sobre las íes tanto al personal de seguridad como a su público. A los primeros les enrostró que estaban frente a una artista alejada de la imagen de diva que la ronda como ícono pop-rock, pero le pidió calma a la gente. "No me importa que ellos me toquen, soy fuerte y puedo defenderme sola", les dijo a los guardias, para luego dirigirse al público presente con un "pero no se aplasten", en un llamado que por momentos no tuvo mucho eco.

Durante el concierto cantó, bailó, golpeó la batería con los mismos tacones que se había sacado, le desordenó las partituras a su tecladista, se arrastró entre las piernas de su guitarrista y lanzó algunos saludos en español.

Tuvo paciencia infinita cuando una falla técnica que fue subsanada sobre la marcha le impedía tocar la guitarra, pero no le tembló la voz para hacer callar a un fan que no le dejaba escuchar si el problema con su instrumento ya estaba superado, o cuando le arrojaron un obsequio -un objeto que simulaba una flor- al escenario. "No tiren cosas que me puedo tropezar y ahí la cosa se pone fea" les advirtió a los demás.

Fue energética y potente a la hora de interpretar los temas de su repertorio, pero también mostró su faceta más intimista con la minimalista versión de "True colors" con que se despidió en solitario del escenario, tras un desfile de cortes de su disco "Bring ya to the brink", entre ellos "In to the night life", y coreados antiguos éxitos de su carrera como "I drove all the night", "Girls just want to have fun" o "Time after time" y "All through the night", entre otros.