Antonio Banderas: El público tardará 20 años en metabolizar "La piel que habito"
Aseguró que eso tardó el público con las películas que Almodóvar hizo en los años 80.
El español presentó esta semana en Madrid la cinta del cineasta.
Antonio Banderas se ha convertido en el sobrio protagonista de "La piel que habito", una cinta que, aseguró, el público tardará en "metabolizar" al menos los mismos 20 años que ha precisado para asumir las películas que Pedro Almodóvar hizo en los años 80.
Para Banderas, encontrar un director que tiene el valor "de plantear estos universos y de seguir explorando, y planteando preguntas, no tiene precio, y no sé si España lo va a saber agradecer ahora, pero al Pedro que se ha logrado metabolizar, al de las películas de los años 80 que originaron en su momento una hecatombe, le ocurrirá lo mismo, lo vaticino -enfatizó el actor-, con 'La piel que habito'".
Banderas presentó esta semana en Madrid la última cinta de Almodóvar, en la que interpreta al psicópata Robert Legrand, un médico obsesionado con la muerte de su mujer, a la que no pudo salvar de un incendio, y de su hija.
La película, un thriller futurista de terror con toques de humor surrealista y almodovariano, una mezcla sello de la casa -"Almodóvar es un género en sí mismo", explica Banderas-, cuenta la historia de Vera, una bellísima criatura creada por Legrand que vive encerrada y observada, y cuyo único objetivo es fugarse.
"Lo que quiere hacer Legrand va más allá de la sed de venganza, es un hombre que pretende jugar a Dios", señala el actor, que niega rotundamente desencuentros con Almodóvar, que le "descubrió" en 1982 con "Laberinto de pasiones" y con quien repitió en "Matador" (1986), "La ley del deseo" (1987) y "Mujeres al borde de un ataque de nervios" (1988).
Confesó que hubiera encarado al protagonista de "La piel que habito" de "otra manera, sacando "músculo" (artístico) y dándole "un tono caligulesco, pero Pedro no lo quería así".
"Y eso no produjo discusiones, sino trabajo. Poco a poco, hablando, entendiéndolo. Y aceptándolo -dice con humildad-, por la admiración, el respeto y la amistad que siento por él, y por creer (en él). Hace falta fe para saltar al precipicio que te propone; me daba miedo de que el personaje se quedara plano. Pero él tenía razón".