Testimonios de sobrevivientes a ISIS tras la liberación de Palmira
Luego de un año bajo el mando del califato, el Ejército sirio logró recuperar la histórica ciudad Patrimonio de la Humanidad
Decapitaciones, latigazos y amputaciones fueron algunos de los castigos que aplicaron los yihadistas a quienes no cumplieran sus estrictas reglas.
"Es difícil hablar sobre semejante ataque a la dignidad humana", dijo un campesino de 50 años que pasó seis meses encarcelado.
En mayo de 2015 el Estado Islámico (EI) irrumpió en la ciudad de Palmira asesinando a 450 personas sólo en las primeras 72 horas. A partir de entonces, los habitantes debieron convivir con el miedo y las reglas extremas de los yihadistas.
"Cuando el Daesh (EI) entró lo primero que hicieron fue registrar las casas una a una en busca de soldados y funcionarios", relató al diario El País de España un un hombre llamado Abdalá, campesino de 50 años que, tras sufrir durante seis meses las reglas del califato, logró sobrevivir y desplazarse a Homs, la tercera ciudad más importante de Siria.
Su cuñada, Hiba, no tuvo la misma suerte. La mujer, una profesora de Palmira, encaró a los yihadistas y fue decapitada, recuerda su madre mientras sostiene el certificado de defunción firmado por califato y lamentando no haberle podido dar sepultura a su hija.
"Los de Daesh prohibieron la salida de todo varón de entre 16 y 60 años. Pero al mes, mi mujer e hijos lograron escapar a Homs", recordó Abdalá, precisando que su esposa y siete hijos debieron caminar 160 kilómetros por el desierto para llegar a Homs.
Los castigos del califato
De tener 100 mil habitantes, con la llegada del ISIS Palmira pasó a sólo 3.000. Abdalá fue uno de ellos y durante seis meses estuvo recluido en una cárcel: "Es difícil hablar sobre semejante ataque a la dignidad humana a mi edad", explica.
El hombre relató que, por regla del califato, quienes se afeitaban recibían latigazos y quienes eran sorprendidos fumando sufrían la amputación de los dedos índice y medio.
El triunfo del régimen
Hace una semana -y tras tres de combate- Palmira logró ser recuperada por el Ejército sirio. Las antiguas calles, antes repletas de turistas, hoy sólo albergan ruinas, explosivos y varias fosas comunes: "Ya no será la misma", dijo Abdalá a El País.
Sin embargo, la conquista del Ejército es importante, ya que -al tratarse de un Patrimonio de la Humanidad- significaba un capital simbólico para ISIS y manifiesta un nuevo retroceso de los yihadistas, quienes han perdido entre un 25 y 30 por ciento de sus territorios y un 25 por ciento de sus integrantes, ya muertos o por deserción, según Washington.

Ante la recuperación de Palmira, el presidente sirio, Bachar al Asad, aseguró que desde ahí se lanzará la nueva ofensiva hacia Raqa, el corazón del EI.
Pero el analista y profesor belga Thomas Pierret no comparte el mismo optimismo: "La falta de efectivos (del Ejército sirio) sigue siendo un problema de fondo. Les ha costado meses hacerse con Palmira que, al fin y al cabo, es una ciudad pequeña (...) Imagina lo que implicará hacerse con el valle del Éufrates plagado de poblados en los que luchar", concluyó.