Llegó a Chile en el marco de su gira "We are all gonna die".
Durante dos horas, el Teatro Caupolicán fue testigo de su destreza y estilo.
Un Teatro Caupolicán repleto fue el que le dio la bienvenida a Slash la noche del lunes en un potente concierto con temas de su disco homónimo, de Slash's Snakepit, de Velvet Revolver y los ya clásicos de Guns 'N Roses.
Los acordes de "Ghost" dieron inicio a una jornada de dos horas en la que el eximio músico estuvo acompañado por Todd Kerns en el bajo, Bobby Schneck en la guitarra rítmica, el baterista Brent Fitz y Myles Kennedy en la voz.
Precisamente, este último también ofició de maestro de ceremonias frente un público enfervorizado.
Como siempre, Slash apareció con su inseparable sombrero negro, aunque esta vez con una polera sin mangas que traía estampada la bandera chilena y el nombre del país.
Quizás por lo mismo, no necesitó ninguno de los emblemas que le arrojaron, los que terminaron de una u otra forma acumulados entorno a la batería o en la mano de su vocalista.
Júbilo chilenoA medida que fueron apareciendo los temas, la gente reaccionaba al borde del delirio, tanto en el sector de cancha -donde no cabía un alfiler- como en la platea del Caupolicán.
El ex Guns 'N Roses no paraba de mostrar su maestría con su arsenal de guitarras, con un pie en los parlantes de retorno y apuntando sus cuerdas al techo o el público.
Cada tanto, también se echaba a correr sobre el escenario, disfrutando de la conexión con el público, ese que en cada pequeña pausa coreaba su nombre.
Por el Caupolicán sonaron temas como "Slither", "Nightrain", "Civil war", "Beatiful dangerous" -que grabó junto a Fergie-, "Patience", y "Sweet Child O' Mine", precedido de un largo sólo de guitarra con acordes de "El padrino".
Tras varios amagos de retirarse terminó la noche ya sin polera y con éxitos como "Mr. Brownstone" y "Paradise city", en un cierre donde la gente derrochaba expresiones de júbilo.
