Chile enfrenta este domingo una histórica elección presidencial

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Autor: Cooperativa.cl

Además de contar con el padrón más alto de sus anales electorales -más de 8.200.000 ciudadanos habilitados para votar-, los chilenos podrían llevar con su sufragio a una mujer por primera vez a La Moneda.

Demasiado en juego. Tres palabras que definen de manera simple las múltiples aspiraciones que los diferentes sectores políticos chilenos han puesto en la elección presidencial de este domingo, que a diferencia de 1999, incluye comicios parlamentarios, que renovarán por completo la Cámara de Diputados y la mitad del Senado.

 

Cuatro candidatos aspiran a llegar al Palacio de La Moneda para suceder al Presidente Ricardo Lagos Escobar, tarea no menor si se considera que el jefe de Estado tiene un respaldo ciudadano del orden del 65 por ciento, según diversos sondeos.

 

Con mayor opción, de acuerdo a todas las encuestas, aparece Michelle Bachelet Jeria, militante socialista y doctora de profesión, quien tiene tras de si el respaldo de la Concertación, el proyecto político que logró derrotar en las urnas a la dictadura de Pinochet e instalar -además de Lagos- a otros dos Presidentes: Patricio Aylwin en 1989 y Eduardo Frei Ruiz-Tagle en 1993.

 

Tras ser asesora del Ministerio de Salud durante la administración Frei Ruiz-Tagle, Bachelet juró en Valparaíso como ministra de Salud el 11 de marzo de 2000, el mismo día que Ricardo Lagos se convertía en Primer Mandatario.

 

Bachelet se convirtió en una de las figuras más destacadas del Gabinete y sobresalió, junto a la canciller Soledad Alvear, como parte de una generación de recambio político, que además reivindicaba la idoneidad de las mujeres para ocupar cargos antes sólo reservados para hombres.

 

En enero de 2002, la hija del general de la Fuerza Aérea de Chile (Fach) Alberto Bachelet, muerto en prisión acusado de traición a la patria tras el golpe militar de 1973, inició parte de su labor más simbólica, como ministra de Defensa..

 

Frente a Bachelet, por primera vez desde la vuelta de la democracia, hay dos candidatos de la derecha: Joaquín Lavín Infante, de la Unión Demócrata Independiente (UDI), y Sebastián Piñera Echenique, de Renovación Nacional (RN).

 

Lavín intentará repetir, con pocas esperanzas por parte de su propio comando, la importante votación que en 1999 alcanzó y que obligó a una segunda vuelta con Lagos.

 

El hasta mayo pasado único abanderado de la derecha, encontró entre sus socios a su peor adversario, pues la candidatura de Piñera refrescó el ambiente en ese sector y hoy tiene una real chance de pasar a segunda vuelta, a pesar del poco arrastre que éste tiene entre los sectores más populares, donde tanto la Concertación como el mismo Lavín tienen importantes nichos de votación.

 

Para Piñera se trata de la primera incursión presidencial efectiva, pues ya antes de la elección de 1999 intentó ser candidato, pero debió declinar su idea ante la fuerza electoral de ex alcalde de Las Condes y Santiago, convertido a fines de la década pasada en un fenómeno político, gracias al "cosismo" que lo llevó incluso a instalar una playa y nieve en el centro de la capital, para "solucionar los problemas de la gente".

 

Las apuestas de la derecha, tanto de los sectores más liberales como de aquellos aún íntimamente ligados a la dictadura de Augusto Pinochet -muchos de sus líderes fueron funcionarios del régimen- es que al menos haya una segunda vuelta, para en el ballottage derrotar a Bachelet, a quien todas las encuestas otorgan un triunfo en esta definición, sea quién sea su rival.

 

El "cuarto en discordia" es Tomás Hirsch, quien al igual que Lavín ya fue candidato en 1999, pero que ahora encabeza el pacto Juntos Podemos Más, que aglutina a los partidos Comunista y Humanista -en el que milita-, la barra "Los de Abajo" y un heterogéneo grupo de movimientos políticos y sociales.

 

Hirsch y Juntos Podemos Más tienen como piso la votación que obtuvieron en la elección municipal de 2004, cuando sumaron 9,17 por ciento, con casi 560.000 votos.

 

La historia de los números

 

La Concertación de Partidos por la Democracia aspira a un cuarto mandato consecutivo con la esperanza de repetir las votaciones de 1989, 1993 y 1999, que con más o menos dificultades la han convertido en el pacto político de más larga data en la historia contemporánea del país.

 

Tras la derrota en las urnas que obtuvo en 1988 el entonces dictador Pinochet, en diciembre de 1989 el demócrata cristiano Patricio Aylwin Azócar llegó a La Moneda con el 55,17 por ciento de los sufragios, más de 25 puntos por sobre el representante del régimen: Hernán Büchi, ex ministro de Hacienda de Pinochet y que en la época fue apoyado decididamente por la UDI y RN, y en particular por Lavín y Piñera.

 

 

En años de turbulencias en el plano cívico-militar y de reinserción en el mundo, luego de un ostracismo de 17 años, Aylwin logró consolidar la frágil democracia chilena, aún tutelada por las Fuerzas Armadas, que se transformaron en guardianes personales de los feudos de Pinochet y un cuarto poder frente al estado de Derecho.

 

La Concertación logró encantar a la gente y en 1993 el entonces senador DC Eduardo Frei Ruiz-Tagle, candidato único del pacto, recibió el respaldo del 57,98 por ciento de los chilenos.

 

Sin embargo, la elección presidencial marca los altos y bajos del país, en distintos ámbitos, como el económico, pues tras una primera mitad en medio de la bonanza, la administración Frei comenzó a vivir el impacto de una crisis mundial, que repercutió en el país con una caída en el poder adquisitivo de la gente y en el aumento de la cesantía.

 

El descontento se hizo patente durante la campaña electoral de 1999, cuando Lavín se elevó en las encuestas por sobre las votaciones históricas de la derecha, a pesar de que frente a él tenía a una de las figuras más emblemáticas de la Concertación: Ricardo Lagos Escobar, el mismo que en plena dictadura desafiara por televisión a Pinochet.

 

"He escuchado el mensaje del pueblo", señaló Lagos tras la elección, dando cuenta de que el 47,96 por ciento que logró -sólo 30.000 votos más que Lavín- era una advertencia de que el país podía darle la espalda a la alianza de gobierno si ésta no enmendaba el rumbo.

 

 

La diferencia se estiró en segunda vuelta y Lagos pudo llegar al Gobierno, para encarnar con su particular estilo una administración marcada por la inversión social del Estado y la firma de tratados de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y China, entre otros.

 

Ahora, es Bachelet quien aspira a llevar la antorcha concertacionista, mientras que Lavín y Piñera sueñan que "unidos, jamás serán vencidos". (Cooperativa.cl)