Estudio reveló que a nivel cerebral los creyentes ven a Dios como un ser humano

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Autor: Cooperativa.cl

Los agentes sobrenaturales ejercen vigilancia permanente del comportamiento moral de la persona.

Una investigación reciente en sicología cognitiva, neurobiología y antropología cultural ha revelado que la mayoría de los creyentes, sea cual sea su culto, tienen interiorizado un modelo extremadamente antropocéntrico de Dios.

No sólo posee una figura humana, sino que utiliza los mismos procesos de percepción, razonamiento y motivación que las personas.

El Dios de Abraham era justo, inapelable, incorruptible, trascendente, omnisciente, omnipotente y omnipresente.

Los experimentos realizados por un grupo de científicos de la Universidad de Washington en Saint Louis, EE.UU., han hecho aflorar una capa subyacente más simple. Por ejemplo, los sicólogos cuentan a grupos de voluntarios una historia en la que Dios atiende a cinco problemas a la vez.

Los creyentes de cualquier confesión monoteísta aceptan la narración con naturalidad, puesto que Dios tiene sobrados poderes cognitivos para ello.

Pero al pedirles recordar la historia un rato después, casi todos contaron que Dios atiende los cinco problemas uno por uno: su subconsciente ha humanizado al omnipotente Dios de la doctrina.

Según los científicos, la característica central de cualquier religión es un núcleo de creencias sobre agentes no físicos. Este tipo de "conceptos sobrenaturales" -que también aparecen en la fantasía, los sueños y las supersticiones- está muy condicionado por nuestro conocimiento del mundo real.

Un espíritu es un tipo de persona, sólo que atraviesa paredes. Dios comparte esas limitaciones dentro de la cabeza de los creyentes.

Según el estudio, publicado en la revista Nature, las creencias subconscientes de la gente religiosa de cualquier credo son extraordinariamente parecidas: los agentes sobrenaturales ejercen una vigilancia permanente del comportamiento moral de la persona, con acceso instantáneo a sus pensamientos y deseos más íntimos.

Los creyentes de cualquier culto también albergan creencias sobre la existencia y las propiedades de esos agentes sobrenaturales, y suelen guardar símbolos o amuletos que los representan, y celebrar rituales en su nombre. Cada grupo social suele atribuir a esos agentes su sistema moral, y su propia cohesión social.

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Para los creyentes Dios tiene las características de un ser humano.

Agentes ficticios

Los científicos cognitivos han reunido muchas evidencias de que esta especie de religión natural se enraíza en cualidades humanas universales -como la capacidad para simular relaciones con personajes ficticios- que no son específicas de la experiencia religiosa, sino una consecuencia de tener el cerebro más desarrollado, y las estructuras sociales más complejas y estables, que han evolucionado en ninguna especie animal de este planeta.

"El pensamiento y el comportamiento religioso pueden considerarse parte de las capacidades naturales humanas, como la música, los sistemas políticos, las relaciones familiares o las coaliciones étnicas", dice Pascal Boyer, el principal investigador.

"Todos los niños entablan relaciones sociales importantes y duraderas con personajes de ficción, amigos imaginarios, familiares desaparecidos, héroes invisibles, novios figurados", agrega.

Según el experto, la práctica constante con ese tipo de "agentes no físicos", de hecho, puede explicar parte de la extraordinaria destreza social de nuestra especie, muy superior a la de los demás primates.

"Los agentes sobrenaturales son a menudo la fuente de la moral para las personas religiosas, y también sus vigilantes omniscientes, esto es, que basta con pensar en algo pecaminoso para que se den por enterados. Ésta es otra de las creencias más generales entre los fieles de cualquier culto", dice Boyer.

El cerebro

La sicología experimental indica, sin embargo, que los niños comprenden los imperativos morales básicos, como los relativos al trato justo y al daño a sus semejantes, desde que están en edad preescolar.

Eso es antes de que puedan comprender esos conceptos abstractos y con independencia del entorno religioso en que se obtengan los datos.

La neurobiología, por otro lado, ha revelado nexos muy relevantes entre los juicios morales y algunas de las emociones humanas más básicas y universales.

"Aunque los creyentes suelen atribuir su moralidad a un agente sobrenatural" -dice Boyer- "los modelos cognitivos indican todo lo contrario: que nuestros sentimientos morales son reclutados para dar verosimilitud a las nociones morales de la religión".

Los ritos religiosos también parecen muy distintos entre unas culturas y otras, pero todos pertenecen a una clase de "comportamientos rituales" constantes en la especie humana.

Los ritos se basan siempre en alguna secuencia de actos arbitraria, obligatoria, ejecutada en un orden rígido, desligada de un objetivo práctico obvio y repetida muchas veces. También implican a menudo el uso de números, colores llamativos y símbolos de la pureza, el orden o la simetría.

Nuevamente, estos comportamientos rituales son un tema común en el desarrollo infantil: por ejemplo, cuando un niño sólo puede andar por la acera pisando las baldosas rojas, o tiene que subir el primer peldaño de su portal antes de que se cierre la puerta de la calle.

Los niños suelen asociar estos rituales a unas vagas nociones de purificación y protección del peligro. Cuando estos sistemas se pasan de revoluciones, ocurren los trastornos obsesivo-compulsivos.

"Sabemos que el cerebro humano tiene redes de seguridad y precaución dedicadas a prevenir peligros como la predación", dice Boyer.

"Las aserciones religiosas sobre la pureza, la suciedad y el peligro oculto de los demonios al acecho estimulan esos mismos sistemas, y hacen que las precauciones rituales resulten intuitivamente atractivas".