Columna de Aldo Schiappacasse: Quiero ser un Fiat Panda (o un Yagán)

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Autor: Cooperativa.cl

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La más sabrosa de las historias del juicio que lleva la fiscalía norteamericana contra dirigentes deportivos fue la confesión de Santiago Peña, funcionario de Full Play, quien aseguró que sus jefes -temerosos de que se detectaran los sobornos que quedaban registrados en los mails con las iniciales de los nombres de los miembros de la Conmebol- le sugirieron que los identificara como marcas de autos.

Pudo ser eso o animales, por ejemplo. O marcas de yogurt. O actores famosos. Pero fueron autos. Carlos Chávez fue Volksvagen; Rafael Esquivel Mercedez Benz; Luis Chiriboga Totoya; Juan Angel Napout Honda; Carlos Burga Fiat, José Meiszner un Peugeot y Luis Bedoya fue Flemic, que es una marca que no conozco y no he encontrado en parte alguna. Agradecería que me ilustraran.

No hubo marca asignada para Julio Grondona, obvio, porque al capo de la mafia sudamericana un auto le quedaba chico. Tendría que haber sido en BelAz, esos camiones mineros gigantescos. A nuestro Sergio Jadue se le adjudicó un Kia, versión Morning, pequeño y eficiente.

Me puse a pensar qué marca de auto me habría gustado que me asignaran si yo fuera un dirigente corrupto y me ha costado llegar a una respuesta. Mi primera respuesta fue el Fiat Panda, pero después me puse a investigar.

El Alfa Romeo no está mal, ya que debe su nombre a Nicola Romeo, cuando compró la Anónima Lombarda Fabbrica Automobili. Me gustó Cadillac, que lleva el nombre de Antoine Laumet de la Mothe sieur de Cadillac, el hombre que fundó la ciudad de los automóviles, Detroit. Como se sabe, la inmensa mayoría de las marcas de autos responde a los apellidos de sus creadores. La diferencia la marca Volkswagen, que significa auto del pueblo en alemán, algo así como el Yagán, un auto fabricado en Chile entre 1971 y 1973 bajo licencia Citroen, que vendió una línea denominada FAF ("Facile a fabriquer; facile a financer"). El presidente Salvador Allende, al inaugurar la fábrica, lo denominó el auto del pueblo, porque era muy económico.

Se hicieron mil quinientas unidades en Arica, de un material llamado Mehari, que era una carrocería de fibra. Dice la leyenda que tras el golpe los militares quisieron adoptar el modelo a usos militares, pero la idea no prosperó y la fábrica se cerró. Pero ahí quedó la historia. El único, creo, auto chileno. Así quisiera que me hubieran llamado.