Los presuntos vínculos del caso Watergate con el robo de documentos desde la embajada nacional en Washington, y Santiago como parte de un plan de la contrainteligencia estadounidense centran las menciones a nuestro país en los documentos recién desclasificados en EE.UU.
Por Claudio Cuevas B. ccuevas@cooperativa.cl
Chile, Santiago, Allende, IT&T. Nombres identificados claramente con una época de nuestro país copan varias de las páginas del extenso informe conocido como las "joyas de la familia", eufemismo con que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos llamó a investigaciones, espionajes e incluso intentos de magnicidios en la década de 1970.
En el extenso documento de 693 páginas desclasificado esta semana, el nombre de nuestro país se repite varias veces, a propósito de la entonces novel revolución de "a la chilena" de la Unidad Popular.
Son reiteradas las citas al rol de la agencia y de la firma IT&T, en el intento de evitar que Salvador Allende asumiera en 1970. Sin embargo, la División del Hemisferio Oeste del organismo desecha los vínculos de IT&T con las irrupciones en la legación chilena.
Sin embargo, este es un episodio apenas abordado, en comparación con el asalto a la embajada chilena en 1972.
Una de las tesis que se manejó en la prensa estadounidense sobre el robo de documentos desde la embajada chilena en Washington en mayo de 1972 fue su posible conexión con el escándalo de Watergate.
El escándalo tomó el nombre del hotel de Washington, D.C., sede del comité electoral demócrata, en el que tuvo lugar un robo de documentos y concluyó con la dimisión del presidente Richard Nixon.
El ojo de la CIA se fijó en que la prensa norteamericana se preocupó de destacar que en los 14 meses siguientes la embajada chilena sufrió variadas irrupciones, como detalla el artículo del New York Times fechado el 29 de mayo de 1973 que está adjunto en "las joyas" de la agencia.
Específicamente, el texto menciona la posible relación entre los "al menos cuatro" ingresos no autorizados hechos por "intrusos" a representaciones diplomáticas de nuestro país en New York y Washington con el caso Watergate.
El comentario al respecto de la CIA es que, en todo caso, las especulaciones del texto no son "nada alarmante", por lo que optan por no dar ninguna respuesta oficial.
Sin embargo, el documento deja en evidencia que ya el 15 de noviembre de 1972 la CIA tenía información respecto a que el New York Times trabajaba en esta idea, pero consideraba que la acusación de un posible vinculo "no tendría sustento" en los hechos.
Entre los documentos también se cuenta la información policial sobre el robo y la denuncia presentada por el entonces administrador de la embajada, Hernán Navarro, en que se detalla que no existe certeza sobre lo que fue sustraído desde el edificio.
Con fecha del 16 de mayo de 1972, la CIA guardó una traducción "informal" de las palabras con que en ese entonces el Ministerio se Relaciones Exteriores dio a conocer en Santiago los hechos, requiriendo a su vez una "rápida y rigurosa investigación, además de el establecimiento de una guardia policial para prevenir estos lamentables abusos".
El texto señala además que en el gobierno de Allende se "asume que los motivos del robo fueron políticos" y se critica la falta de protección a los intereses chilenos.
Pese a la molestia evidenciada por las autoridades chilenas, el texto de la agencia establece que los diarios chilenos reproducen estas palabras sin que existan mayores comentarios o "titulares imaginarios".
La idea de que no se trató de un simple robo de bienes materiales, sino que de una sustracción de documentos es reafirmada por el entonces embajador Orlando Letelier, de acuerdo a los textos desclasificados por la CIA, que señalan que de acuerdo a la información recabada el asalto ocurrió entre las 05:00 y las 08:00 horas del 15 de mayo de 1972.
En el hecho desaparecieron "cuatro radios AM/FM y una afeitadora eléctrica. La investigación policial detectó algunas huellas dactilares, pero no fue hecha ninguna identificación de ellas. Debido a que las pérdidas reportadas fueron menores a 5.000 dólares y no había evidencia", el FBI decidió no investigar, apunta el texto, añadiendo que "el Departamento de Policía Metropolitano reportó que no hubo sospechosos identificados ni inicio de un proceso".
La capital de Chile fue parte de un plan de la inteligencia estadounidense. Así lo revelan algunas de las últimas páginas de las "joyas" de la CIA, referidas al MHCHAOS Program.
El plan es definido como un programa "a nivel mundial" para la recolección de datos en el extranjero sobre esfuerzos internacionales para apoyar, explotar y manipular el extremismo doméstico en Estados Unidos, especialmente por parte de “Cuba, la China comunista, Vietnam del Norte, la Unión Soviética, Corea del Norte y los fedayines árabes".
Para su trabajo en este programa, la CIA estableció la existencia de 10 áreas de interés para operar, como París (Francia), Estocolmo (Suecia), Bruselas (Bélgica), Dar es Salam (Tanzania), Conakry (Guinea), Argel (Algeria), Mexico DF, Ottawa (Canadá), Hong Kong y… Santiago de Chile.
Todos estos documentos se escribieron hace 30 años, cuando el entonces director de la CIA, James Schlesinger, pidió a sus empleados, en una de las cartas desclasificadas, que le detallaran "cualquier actividad que esté ocurriendo, o haya ocurrido, que se pueda interpretar como fuera de la carta legislativa de la agencia".
Según Tom Blanton, director de los Archivos de Seguridad Nacional -organismo dependiente de la Universidad George Washington y especializado en la investigación de documentos desclasificados-, los papeles resultantes de esa orden son "el equivalente de los altos cargos de la CIA yendo al confesionario a pedir perdón por sus pecados".
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