Vivir como un mono ayuda a preservar la selva en Laos
La "Gibbon Experience" fomenta el ecoturismo en la localidad de Bokeo.
Son 123 mil hectáreas de bosque protegidas como reserva natural.
Volar por la jungla en tirolina y dormir en los árboles como los monos es la "experiencia" de un ambicioso proyecto de conservación en Bokeo, norte de Laos, lugar que antes congregaba cazadores furtivos que ahora se benefician del ecoturismo.
Las cabañas están situadas a unos 40 metros de altura sobre el suelo, mientras los cables miden hasta 700 metros de largo y por ellos se viaja a una velocidad media de 80 kilómetros por hora. Tras una breve charla sobre las normas básicas de seguridad, los huéspedes disponen de total libertad para deslizarse una y otra vez por los cables hasta que oscurece, pues está prohibido lanzarse de noche.
Pero el "zipping" sólo es parte de la "Gibbon Experience", así llamada porque está inspirada en el gibón de cresta negra (hylobates pileatus).
Este diminuto y escurridizo primate también se encuentra en Vietnam y el sur de China, y se creía ya extinguido en la región a principios de la pasada década, precisamente cuando llegó a la provincia de Bokeo el científico francés Jeff Reumaux, fundador de la organización no gubernamental Societé Animo.
Reumaux tardó en conseguir el dinero suficiente para construir las casas en los árboles con baños y agua corriente y la red de tirolinas que los une. No resultó fácil convencer a las autoridades laosianas para que declararan como reserva natural más de 123 mil hectáreas de bosque por el que entonces pululaban furtivos de la tribu hmong que capturaban elefantes, macacos, osos y tigres.
Esos mismos cazadores se han reciclado en guardas forestales y guías que mantienen a sus familias sin dañar el ecosistema.
La experiencia
En la reserva viven actualmente unos 400 gibones, el gran reclamo del proyecto y cuyos cantos se pueden escuchar al amanecer, aunque hay que tener mucha suerte para avistarlos a la distancia desde las cabañas.
"No he visto ninguno, pero no pasa nada. Para mí, la experiencia no es contemplarles sino vivir como ellos", comenta Lotte, una excursionista a la que no le importó caminar durante más de cuatro horas y sufrir picaduras de insectos y sanguijuelas para llegar a las casas en los árboles.
La dureza del trayecto aleja al turismo de masas, que prefiere ver a los gibones de manera más cómoda en zoológicos o espacios más acotados y de fácil acceso en la vecina Tailandia, algo que no parece importarle lo más mínimo a Reumaux, reacio a una promoción comercial de su proyecto.
El francés explicó que su objetivo no es convertirse en una mera atracción turística, sino plantear a los habitantes un modo alternativo a seguir explotando la naturaleza y talando la madera sin control.
"Queremos demostrarles que conservar esta selva es mejor que destruirla. Eso quizás sea obvio para nosotros, pero para poder persuadirles tenemos que hacerles ver que pueden vivir mejor así", indica el galo.