Militar condenado asegura que fusiló a prisioneros estando bajo amenaza de muerte

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Autor: Cooperativa.cl

Waldo Ojeda Torrent está preso en Colina 1 desde 2017, pagando 10 años de cárcel por el homicidio de 13 personas en el "caso Caravana".

Dijo que al recibir "la fatídica orden", él y otros subtenientes se negaron dos veces a cumplirla: finalmente, "fuimos obligados a obedecer sin más alternativa que el costo de nuestra propia vida".

A diferencia de los 27 presos de Punta Peuco que firmaron otra carta, no pidió favores judiciales y reconoció que su relato "llena de dolor a las familias de las víctimas".

 Memoria Chilena (referencial)

Al comenzar la persecución judicial, "los mandos superiores nada hicieron por asumir su responsabilidad y, amparados en supuestas enfermedades mentales, abandonaron a sus subalternos a merced del azar", alegó Ojeda en una carta a El Mercurio.

Relatando su testimonio, el exmilitar Waldo Ojeda Torrent, condenado en el episodio Copiapó de la "Caravana de la Muerte", refrendó la tesis del excomandante en jefe del Ejército Ricardo Martínez Menanteau relativa a que las principales responsabilidades de los crímenes de lesa humanidad de la dictadura recaen en los mandos, encabezados por Augusto Pinochet.

En una carta publicada en El Mercurio, Ojeda sostuvo que hay voces que "intentan adueñarse de la historia" del país sin ponderar que personas como él se encuentran "cumpliendo condena impuesta por los Tribunales de justicia a consecuencia de órdenes irresponsables entregadas por nuestros superiores en el mando militar, que nos obligó a obedecer sin más alternativa que el costo de nuestra propia vida".

Ojeda Torrent permanece recluido en Colina 1 desde 2017, donde cumple sendas penas de 10 años y un día por el homicidio calificado de 13 personas y de dos años por el delito reiterado de secuestro simple, cometidos en la capital de la Región de Atacama en los albores de la dictadura en 1973, época cuando era subteniente.

"Hoy, desde mi pabellón penal, me permito relatar de primera fuente la historia de quienes nos marginan de la discusión histórica y nos invisibilizan por lograr tener la razón", apuntó.

"En octubre de 1973, tanto Oficiales Generales, oficiales Superiores y Capitanes dieron orden a sus subalternos, luego de una secreta y hermética reunión que tuvo a puertas cerradas solo el comandante de Regimiento con quien sorpresivamente llegó esa tarde en calidad de General Delegado del Comandante en Jefe y Presidente de la Junta de Gobierno", comenzó su relato.

Ojeda Torrent hizo directa referencia al fallecido general en retiro Sergio Arellano Stark, quien, delegado por Pinochet, lideró la "Caravana de la Muerte", pelotón represor que ejecutó a decenas de personas por todo el país en los días posteriores al golpe de Estado del 11 de septiembre de ese año, del que este lunes se conmemoraron 50 años.

Según reconstruyó, "la primera orden dada a estos subtenientes fue ser centinelas para el traslado de detenidos de una cárcel a otra", pero "mientras realizaban el traslado en esa calidad, sentados en la parte trasera del camión, éste se detiene en plena madrugada en un oscuro desierto imposible de identificar".

Acto seguido, "los capitanes a cargo del traslado y sin explicación, dan a los subtenientes la segunda y fatídica orden (de fusilar a los prisioneros)". Los subalternos, aseguró Ojeda Torrent, "desconcertados ante la sorpresiva y drástica resolución, se negaron a cumplirla en dos oportunidades; sin embargo, se ven compelidos y amenazado de muerte de no cumplir la orden impartida, insistiendo que era una orden superior bajo el Estado de Guerra que vivía el país".

SUBALTERNOS, "ABANDONADOS A SU MERCED"

Décadas después, cuando iniciaron las investigaciones una vez que retornó la democracia, "los mandos superiores nada hicieron por asumir su responsabilidad y, amparados en supuestas enfermedades mentales, olvido irreversible, negación de haber participado o de haber estado ahí, abandonaron a sus subalternos a merced del mismo azar que los llevó a su primera destinación", deploró.

Mientras tanto, "a los subtenientes se les investigó y citó a declarar: hubo careos, entrega de antecedentes concordantes de todo lo que habían vivido, de la existencia de los cuerpos, de sus certificados de defunción y de la información que se les entregó a los familiares al día siguiente de lo ocurrido", comparó, relevando que "colaboraron y su testimonio irrefutable permitió distinguir, facilitar y esclarecer la investigación judicial a diferencia de muchas otras causas".

De todos modos, reprochó que aquellos de rangos inferiores -él entre ellos- terminaron siendo condenados "como si los hechos ocurridos hubiesen sido realizados de manera voluntaria, con independencia y sublevación del mando superior".

"Aun así, (los subalternos) asumieron lo que si no hubiese sido por la orden de su superior, jamás hubiesen ejecutado", enfatizó.

"SÉ QUE MI TESTIMONIO LLENA DE DOLOR"

La carta de Ojeda Torrent no solicita algún tipo de beneficio carcelario, como sí lo hizo la misiva conocida ayer donde 27 oficiales presos en Punta Peuco, también criminales de lesa humanidad, pidieron "conmiseración" hacia sus subalternos, además de cargar contra quienes gozan de "grados y cargos" guardando silencio: "Hemos esperado 33 años para que nuestros superiores asuman la responsabilidad de sus órdenes", dijeron.

En tanto, a diferencia de esa misiva, la enviada por Ojeda Torrent dedicó palabras a los familiares de las víctimas de las sistemáticas violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura.

"Sé que mi testimonio llena de dolor a ambas familias, tanto de las víctimas como de quienes hoy cumplen condena. Lamento profundamente que el dolor causado a aquello que mi condena no les devuelve la pérdida de un ser querido y también, por el desamparo de todos los que no tuvimos otra alternativa de sobrevivencia que cumplir órdenes hace 50 años", expresó.

Coincidentemente, su hermano, el oficial (r) Jaime Ojeda fue quien increpó y trató de "traidor" al general (r) Ricardo Martínez, a fines de agosto, durante la presentación de su libro "Un Ejército para todos", en el que habla del ethos militar y también aborda los crímenes de lesa humanidad de la dictadura.