A pesar de su ya precario estado, el Pontífice de 84 años ha reiterado que seguirá al mando de la Iglesia Católica "mientras Dios quiera".
La hospitalización de Juan Pablo II por una crisis respiratoria aguda volvió a situar en primer plano los problemas de salud que lo acompañan desde hace años, rodeados de falsas alarmas y muchas especulaciones sobre su eventual sucesión.
El obispo de Roma, de 84 años y que tiene parte de su rostro paralizado, tiene uno de los pontificados más largos de la historia católica.
La imagen de un Papa enfermo, a quien el Mal de Parkinson limita cada vez en su capacidad de movimiento y de comunicación verbal, dio pie a un debate sobre la conveniencia de que siguiera al frente de la Iglesia Católica.
Los partidarios de la continuidad argumentan que sus limitaciones no interfieren por el momento en su ministerio pastoral y que su tenacidad para seguir adelante ofrece un testimonio de fuerza interior y de fe, que sirve de ejemplo.
Sin embargo, hay voces partidarias del relevo, sobre todo en comunidades católicas de base, y otras que han abordado, de forma indirecta, una eventual dimisión, como las del cardenal argentino Jorge Mejía, el hondureño Oscar Rodríguez Madariaga o el alemán Karl Lehmann.
Mejía, a cargo de la biblioteca y del archivo del Vaticano, considera probable que el Papa Juan Pablo II tenga redactada su dimisión en caso que el Parkinson le deje completamente inválido.
El cardenal de Tegucigalpa, Oscar Rodríguez Maradiaga, dijo que está seguro de que si Juan Pablo II "se diera cuenta" de que no puede seguir gobernado la iglesia por motivos de salud "dimitiría", y añadió que el Pontífice "piensa lo mismo".
Desde el Vaticano siempre se han cortado de raíz estas reflexiones, frecuentemente matizadas por sus autores, con el argumento, tantas veces reiterado por Juan Pablo II, de que seguirá adelante "mientras Dios quiera".
La historia médica del Papa polaco se inicia en mayo de 1981, cuando fue herido en una mano y el estómago por el turco Alí Agca, quien disparó seis tiros en su contra, en la Plaza San Pedro de Roma.
Casi una década más tarde, en julio de 1992, médicos intervinieron quirúrgicamente al Papa, para removerle un tumor intestinal. Ese mismo año comenzaron a aparecer los primeros síntomas del Mal de Parkinson que le afecta.
En noviembre de 1993, el Pontífice se dislocó un hombro luego de caer de una escalera, mientras que en abril de 1994 se fracturó el fémur derecho.
Juan Pablo II debió suspender la misa de Navidad de 1995 a raíz de una gripe, para luego, en marzo y agosto de 1996, cancelar varias actividades públicas por una fiebre provocada por problemas digestivos. En octubre de 1996, el Papa volvió a un quirófano para que le fuera removido su apéndice.
Durante una de sus varias visitas a su natal Polonia, en junio de 1999, el Santo Padre, quien lleva 26 años de pontificado, sufrió una caída que forzó la suspensión de varios eventos al aire libre.
En marzo de 2002, el jefe de la Iglesia Católica volvió a cancelar actividades públicas en el Vaticano luego del agravamiento de la artritis en su rodilla derecha. Finalmente, en septiembre de 2003, el Papa también debió suspender su agenda a raíz de malestares estomacales. (Agencias)
