2008 Al Fin

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Autor: Cooperativa.cl

Por Paula MolinaEditora y conductora del programa Lo que Queda del Día de Radio Cooperativa.

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El Festival de Viña es como la cápsula espacio temporal de Mampato, pero sólo funciona en reversa. Sólo te lleva hacia el pasado. Gran parte de su cobertura mediática es pura nostalgia (imágenes en blanco y negro, grandes momentos del pasado, etc.), las canciones de la competencia son en general muy anticuadas, y del show ni hablar.

 

Este año hemos estado en los 70 con Peter Frampton, en los 80 con Journey, en 1989 con Franco de Vita, en cualquier momento a partir de 1976, con Miguel Bosé.

 

La noche del sábado, finalmente y tras largo peregrinar, llegamos al 2008 en este balneario. El milagro lo hicieron Nelly Furtado y Calle 13, los dos números más actuales, más auténticamente contemporáneos y exitosos que se hayan presentado en esta versión del Festival.

 

Nelly Furtado, la canadiense, dio un show completo, un show digno del animal de pop global que es hoy (uno en plena gira mundial, con contratos y ventas millonarias, respeto y aplauso internacional).

 

Flanqueada por cuatro bailarines - uno de ellos el chileno Sebastián Mena- Furtado, dio un concierto de sonido mestizo, un espectáculo inteligente, lleno de matices y con los cambios precisos. Pasó por la balada anglo-latina (en las estupendas baladas "Fotografía" y "En las manos de Dios"), por el reggaetón ("No hay igual", con lamentable ausencia de Calle 13) y los potentes hits radiales "Promiscuos" y "Maneater".

 

Además, conversó sin poses, se río y le dio espacio entre sus coristas a Siboney Romero, figura del pop televisivo criollo. Se fue lanzando rosas, "contenta y feliz". Házte esa.

 

Mejor aún estuvo lo de Calle 13. Es que lo de Furtado es buenísimo, pero es ajeno, es extranjero, es mérito de otros. Esto, lo de Calle 13, es nuestro aporte al mundo, entendiendo por nuestro lo latino, lo hispanohablante.

 

El gran aporte reciente de las comunidades latinas al pop internacional es el reggaetón y, personalmente, hasta ahora me resultaba un poco deprimente. Si el reggaetón es puro culto a la personalidad (y a personalidades como las de Daddy Yankee o Don Omar), puro "blin blin" y denigración femenina, lo respeto en su éxito, pero no me interesa. Me parece alienante. Pero si el reggaetón es el de Calle 13, René Pérez y Eduardo José Cabra, eso es otra cosa.

 

Primero, el de Calle 13 es reggaetón orgánico, que se toca y suena sobre el escenario donde "Visitante" va haciendo la música, junto a un combo de percusionistas y saxofonistas. Hay una mujer sobre el escenario (la corista PG 13, hermana de los músicos), que no va "de gata" ni bailarina, sino que está allí para cantar y ser aplaudida.

 

"Residente", además de genuino "street faitel", es un golpe de energía a cargo de temas como "Atrévete te te" o "Se vale to-to", y un rimador sexual y contestatario, genuinamente popular, que le encontró el lado punk a los chinchineros chilenos, y que es capaz de citar explícitamente las reivindicaciones del pueblo mapuche. Ese es el reggaetón como vale, tal como valieron el rock y el punk: como verdadera revolución sexual y cultural.

 

En un festival de medias tintas, me quedo con Calle 13.

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