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Ex detenido británico cree que "Bush no cerrará Guantánamo"

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Autor: Cooperativa.cl

Tras estar casi tres años preso en la base naval en Cuba, Moazzamm Begg sostuvo que la inversión en infraestructura en el polémico penal no da para pensar que vaya a ser clausurado.

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El ex detenido británico en Guantánamo Moazzamm Begg cree que el presidente estadounidense, George W. Bush, "jamás cerrará completamente" el centro de detención en la bahía cubana, donde siguen recluidos 450 prisioneros capturados por Estados Unidos durante su guerra contra el terrorismo.

 

Pese a las presiones internacionales, Begg duda de que Washington vaya a clausurar unas instalaciones "en las que ha invertido decenas de millones de dólares", según declaró.

 

"Yo mismo vi cómo construían dependencias permanentes de acero y hormigón, los campos 5 y 6", con condiciones similares a las de los centros penitenciarios estadounidenses convencionales, aseguró.

 

Al igual que el jefe del campo, Harry Harris, y el propio Pentágono, este musulmán de 38 años, oriundo de Birmingham (centro inglés), opina que la sentencia del Supremo estadounidense contra las comisiones militares que juzgan a los presos "no afectará a la existencia del penal".

 

Como concesión a la comunidad internacional, "es posible que Bush suelte a unos centenares de prisioneros a países como Kuwait, Arabia Saudita o Argelia, donde no se respetan los derechos humanos y con los que se puede llegar a un acuerdo para que encarcelen arbitrariamente a esas personas", vaticinó.

 

Durante casi tres años, Moazzamm Begg, casado y padre de cuatro hijos, fue uno de esos "combatientes enemigos" capturados durante las invasiones de Afganistán e Irak a los que el Gobierno de Bush mantiene recluidos en la base de Guantánamo, en la mayoría de los casos sin cargos ni juicio.

 

En su nuevo libro "Enemy Combatant: a british muslim's journey to Guantánamo and back", Begg relata su odisea desde que fue apresado a punta de pistola en Pakistán en febrero de 2002 hasta su liberación en enero del 2005.

 

Lo más doloroso, recuerda, fueron los primeros 11 meses en la base aérea de Bagram, en Afganistán, donde sufrió continuas torturas físicas y sicológicas, como palizas, privación del sueño por ruidos ensordecedores o el strappado, cuando el preso es suspendido de un punto elevado con una cuerda atada a las esposas que inmovilizan sus manos a la espalda.

 

"Lo que más me traumatizó fue ser testigo de la brutal muerte de otros dos prisioneros", pensar en su sufrimiento y en que quizá ese sería también su destino, señaló.

 

En otra ocasión, relató con serenidad, cuando le hicieron creer que los espeluznantes gritos de una mujer en la celda contigua eran de su esposa Zaynab.

 

En Guantánamo, la mayor crueldad eran los intentos de quebrar y deshumanizar a los prisioneros, encerrados en diminutas celdas con esposas y a menudo orejeras, sin saber de qué se les acusaba ni si alguna vez saldrían de allí.

 

"Pero no todos los guardias eran animales -concedió-. En muchos casos, su peor cualidad era la ignorancia".

 

Moazzamm Begg, con doble nacionalidad británica y paquistaní, admitió que se lo puso fácil a las autoridades para que sospecharan de él.

 

Nacido en una familia de clase media, Begg, que cursó estudios de derecho y regentó una librería islámica, sintió la verdadera llamada de la fe cuando estalló la guerra de Bosnia y vio que sus hermanos musulmanes morían humillados y oprimidos.

 

Como muchos otros musulmanes occidentales, decidió que tenía que viajar allí y colaborar con la resistencia, aunque nunca llegó a tomar las armas, si bien admite que donó dinero a organizaciones benéficas de apoyo.

 

También intentó ir a Chechenia, aunque se quedó en Turquía.

 

Hizo dos viajes a Afganistán, uno en 1993, a los 25 años, cuando visitó un campo de entrenamiento anteriormente financiado por Estados Unidos de antiguos combatientes contra la Unión Soviética; y otro en 1998, cuando, estando con su familia en Pakistán, cruzó la frontera para ver lo que sucedía en un campo cercano, dirigido por kurdos opuestos a Sadam Hussein.

 

Cuando los estadounidenses lo capturaron estaba con su mujer e hijos en Pakistán, donde se refugió al estallar la guerra de 2001 en Afganistán, país en el que había decidido establecerse y empezar una nueva vida como maestro. (EFE)

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